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10 de septiembre de 2013

Tributo en 5 actos a Roberto Bolaño (calle Tallers, número 45, Barcelona)



I
Trabajo en este poema desde hace algunos días
A nivel orgánico quiero decir

No he escrito nada  pero si mi cabeza  si mis ojos si la bilis de mi estómago 

Roberto Bolaño vivió en este edificio
Vivió o eso dicen o eso invento ahora porque me hace bien y no tengo que dar explicaciones

Me hace bien sacar la cabeza por la ventana diminuta pero en cualquier caso funcional
Mirar cómo la gente va y viene sin hacerme caso

Ver cómo la cerveza o el cartón de vino hermana a los que hoy no tienen nombre porque un día lo abandonaron como abandonaron la familia el dinero la ropa limpia y nadie los recuerda o quieren ser olvidados y en realidad no les importa porque tienen el frío y el calor de las estaciones la voz del que conoce demasiado y a veces la grita y otras susurro únicamente

Me hace bien volver adentro
Me hace bien sacarle una fotografía a la ventana escupir poesía regurgitada desde hace algunos días si mi cabeza si mis ojos si la bilis de mi estómago

II
Ahora me distraigo y me concentro por salir de la habitación. Trato de arrancarme. Abandonarme al coma proyectándome hacia atrás. Donde todavía no existe nada, ni siquiera tú o yo, ni siquiera Roberto Bolaño, solo la habitación que no conozco, el momento y las circunstancias.

Primero el ruido de la llave en la cerradura el de la tv de los vecinos los olores del pasillo el color de la oscuridad dañado por el titilar de la bombilla colgada en el corredor

Después en el número de pasos que hay desde la puerta hasta la cama, de la cama a la cocina, de la cocina y de la cama hasta el baño, de la cocina de la cama del baño hasta la puerta ya abierta. Hasta mí. Y es entonces que puedo recrear una panorámica perfecta del espacio habitación donde vivió Roberto Bolaño, o eso dicen o eso invento ahora, porque insisto: me hace bien y no tengo que dar explicaciones.

III
Pertenezco a este lugar, a esta calle, a este edificio. LO SÉ. Y decido que siento la necesidad de hablar de la armonía y pienso en ella y también pienso en el caos, en las casualidades, en las causalidades, pienso en ti.

Pienso en este piso como algo que nos pertenece, pero también en el concepto permanencia, en el de refugio. En el aliento de Roberto Bolaño y en las palabras que dijo o pensó o no dijo ni pensó cuando simplemente sacaba su cabeza por la ventana diminuta y eso le hacía bien.  

IV
También estaba la tristeza. La muerte por ahogamiento, por asfixia. A causa del fuego.
A causa del fuego las quemaduras. Las costras. Más quemaduras.
A causa del ahogamiento las lágrimas sucias sucias sucias de niña dependiente.
A causa de la asfixia los dedos lilas como truenos en mi cuello.

Sí. También estaba la tristeza. Y la incertidumbre. Y el miedo a no poder pisar más este suelo. No escribir más sobre la ventana, sobre Roberto Bolaño, sobre la distancia en metros que separa las estancias que no son estancias sino lugares por los que se transita, funcionales en cualquier caso, sobre el ruido o el cansancio o la pereza o las noches que permanecen lisas intactas y causan toda la tristeza del mundo.

V
No debieran existir las despedidas ni las maletas con sobrepeso ni los aplazamientos y desplazamientos sin fecha de retorno ni el desarraigo ni la extrañeza o la añoranza así como el crujido entre las cejas a causa del llanto.

No debiera tener que estar obligada a decir hasta pronto, nos vemos Roberto Bolaño, familia. Cuando menos lo esperes volveré contigo y verás que nada habrá cambiado. Debiera poder decirse únicamente adiós. Un amargo adiós firme y en consonancia con esta despedida y así sin asombrarme, asombrarnos, vernos en ese hasta pronto y comprobar como sencilla y sinceramente nada ha cambiado.

Porque en ese hasta pronto podemos no volver a encontrar  y eso es como que te pique una medusa el corazón. Y yo no lo quiero. Lo siento. No. No quiero mentir. Tampoco quiero esa herida en mi pecho.

Así que adiós. Adiós por si acaso. Adiós a la ventana diminuta, al edificio donde vivió o eso dicen Roberto Bolaño. Amigos familia adiós. Adiós plazas y calles ebrias, dulces y tristes noches. Adiós a las azoteas que también fotografío, por si acaso. Por si acaso y porque me siento balancear en mitad de algo que sobrepasa el conocimiento y las extensiones físicas que traza la naturaleza. Adiós poesía retrospectiva, imágenes, rostros, caricias, escalofríos.

Adiós al cuarto donde transitábamos desnudos nos duchábamos con agua fría, donde el amor y la tristeza, la más alta y más serena nos inflaba y desinflaba y aún así continuábamos vivos.

1 comentario:

acriflor dijo...

este poema me gusta mucho

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